EL RÍO EO

Avanzaba el invierno con esas bajas temperaturas, congelado el río en hielo, los peces no podían nadar y ni las ranas saltar.

Olía a naturaleza y los perros y los gatos resbalándose por el hielo y jugando con sus dueños.

Los dueños arrojaban desde la orilla del río trozos de pan.

Las ramas más altas del mundo no eran tan bonitas como las ramas del bosque galería que arropaba al río.

A la izquierda, dos niñas jugaban en un banco rojo y a la derecha una cabaña de palos y hojas daba calidez a los juegos de los niños cuando el temporal arreciaba.

Adrián Jiménez García